Recicl-arte

¿somos? ¿somos lo qué tenemos? Siendo así ¿qué somos?

Obsolescencia programada y no hablo de la vida humana, ni la animal, ni vegetal u mineral, aunque el hombre así lo quiera; hablo de las cosas, los bienes de compra venta, uso y desecho. ¡No es ciencia ficción! Pero parecemos una raza de Vampiros adictos a la chatarra que pulula la superficie terrestre; o seres contagiados con una nueva y rara cepa de anemia la cual nos lleva a vivir sabiendo que estamos hecho de carne y hueso, como si fuéramos de hierro (Freud).  

Vivimos en una sociedad donde el activismo es apocalíptico, donde la fuerza de la evangelización a la fuerza a desembocado en considerar al otro como cosa, o peor aún como basura; pero entendemos y hasta defendemos por naturalización que las cosas deban ir a la basura… pero cuando es una persona la que va a buscar algo que comer a ella, se nos quita el apetito. Y posteriormente recordamos impertinentes:

No soy de aquí; condición de exiliado en sí; en ninguna parte estoy en casa...; impertenencia absoluta a lo que quiera que sea. El paraíso perdido..., mi obsesión constante.

 Entonces corremos de un lado a otro para distraer la mente con cualquier cosa. Dejamos de lado el rostro humano para reírnos de las cosas que les pasan a otras personas; mientras omitimos las que nos pasan a nosotros mismos. Sumisos y sumidos estamos bajo el yo cosificado, confiscado si se quiere.

Pero resultamos testarudos “La cosa” siempre está, ahí, aquí, acechándonos y no podemos, miremos hacia donde miremos, dejar de verla minuciosamente; lo cual demuestra, en pocas palabras que:  El único problema que nos interesa: es el de lo monstruoso.

Y en esa mezcla de admiración, maravillamiento y terror cavilamos en lo que somos, en lo que nos rodea, pero más aún en lo que nos falta… y exclamamos: Gritar, ¿a quién? Ese ha sido el primer y único problema en toda mi vida.

Ante tal represión nos desquitamos con lo que está a mano, cosas, objetos, objetivaciones con rostro o sin él; pero luego algo nos remuerde, mientras nos re-mordemos el labio inferior de la boca pensando. ¿Pero las cosas son las culpables? ¿no?

Podemos pensar que así es, sin lugar a duda pues, hay algo en ellas que envidiamos como bien se llegó a decir:

La cosa más estúpida, la menos «filosófica» que existe en el mundo, es envidiar a alguien. No conozco a ningún ser vivo del que me gustaría estar celoso. Si se tratara de objetos, todo cambiaría.

Me gustaría presuponer que esto se dijo estando consiente de lo escrito por Borges en “Las cosas”

El bastón, las monedas, el llavero,

La dócil cerradura, las tardías

Notas que no leerán los pocos días

Que-me quedan, los naipes y el tablero,

Un libro y en sus páginas la ajada

Violeta, monumento de una tarde

Sin duda inolvidable y ya olvidada,

El rojo espejo occidental en que arde

Una ilusoria aurora. ¡Cuántas cosas,

Limas, umbrales, atlas, copas, clavos,

Nos sirven como tácitos esclavos,

Ciegas y extrañamente sigilosas!

Durarán más allá de nuestro olvido;

No sabrán nunca que nos hemos ido.

Entonces preguntémonos que nos quieren decir con esto: ¿que seamos cosas? ¿qué envidiemos su inhumanidad? ¿la eternidad del momento que se consume, pero que dura para siempre en la memoria de otros? ¿esa especie de inmortalidad del recuerdo?

. Ante tal idea solo puedo pensar en que el hombre dirá algo como:

. -«¿Qué haces?»...

- «Me espero. «Voy a hacer algo terrible, pero no sé

qué».

Y qué será eso terrible que hará el hombre. Simple y llanamente vivir de forma automática, desinteresada por el resto, pero bien actuada en público. Existirá bajo un narcisismo exacerbado; donde el bien dependa mayormente de lo que a mí me pase, egoísmo sobre natural, irracional o tal vez no si se lo piensa desde una lógica capitalista. El mismo que en el peor de los casos es llevado hasta las últimas consecuencias, tal y como se puede apreciar a simple vista.

¡Oh Pobre hombre que vivirá con el regusto sempiterno de una sentencia la cual se encarna o tatúa en su piel y dice más o menos así:  Mi derrota no es estar solo, sino sentirme solo.!

Aquí es cuando Narciso llora y el telón se cierra.